1 de junio de 2011

Escuelas de jornada ampliada: más de lo mismo

Las sociedades cambian y sus necesidades también, de tal modo que, llegado el siglo XXI, los niños y los jóvenes asisten a la escuela durante un periodo del día que resulta incómodo para las familias, pues padres y madres trabajan ocho horas, más o menos, en tanto que la jornada escolar de sus hijos varía de entre 3 y 8 horas, según la escuela a la que acudan. Al parecer, se trata de un asunto de horarios incompatibles lo que ha impulsado a todo mundo a suponer que los niños requieren más tiempo escolar.
Es cierto que los niños y los jóvenes requieren de adultos que se responsabilicen de su cuidado cada día y prácticamente de manera permanente. Esta función era desempeñada fundamentalmente por las madres, tías, abuelas y vecinas -cuando las primeras no estaban disponibles-, quienes estaban dedicadas a la crianza de los niños y a las labores domésticas. Sin embargo, las mujeres empezaron a trabajar fuera del hogar a partir de la Revolución Industrial y no hace un par de décadas, como algunos creen. Y los hermanos mayores tomaron la estafeta, junto con las abuelas y las mujeres solteras de las familias extendidas. Luego, nos pillaron un montón de fenómenos sociodemográficos y culturales que influyeron de modo determinante en la estructura familiar tradicional, diversificándola.
Un asunto que era absolutamente típico hace medio siglo, ahora es un grave problema: no hay quien se haga cargo de los niños por tiempos prolongados. Muy pocas familias tienen múltiples vástagos, las abuelas también trabajan, las tías solteras se han mudado o están ocupadas; a veces, ni siquiera hay quien vaya por los niños a la escuela.
La demanda social es que alguien se haga cargo de los niños cuando sus familiares están ocupados. Y la respuesta gubernamental es: que pasen más tiempo en la escuela. Y esta respuesta tiene múltiples implicaciones que pocos se detienen a reflexionar.
La escuela como institución social, surgió a partir de las ideas de Juan Amos Comenio, en el siglo XVIII. La estructura de los grupos escolares, por edades, las asignaturas y el uso de libros de texto provienen de sus aportaciones que le dieron sustento y sentido, como un lugar dedicado a la instrucción. Esta organización se ha construido sobre una base totalmente rígida que le impide ampliar su vocación instructiva para incorporar funciones relacionadas con la atención a la salud, la alimentación, la seguridad, la protección, la cultura y la recreación, que correspondían antes a la familia desempeñar y que hoy no puede asumir, debido a que los adultos están sumamente ocupados trabajando.
La escuela pública tradicional no admite concebirse como una organización con múltiples funciones. Los profesores que participan en escuelas de jornada completa suelen explicar algo como lo siguiente:
"Nuestra escuela funciona regularmente hasta las 12.30 horas, a partir de esa hora nos preparamos para la comida y luego organizamos talleres para que los niños hagan la tarea o atender aspectos particularmente complejos de algunas asignaturas, como matemáticas y español. También realizamos actividades recreativas, pero que son educativas; pero lo que vemos es una gran apatía de los niños, que ya quieren irse a su casa."
Estos profesores no se preguntan siquiera, porqué se muestran los niños "apáticos" (en particular en la secundaria). Les parece que los niños son así, perezosos y poco dispuestos. Estos maestros no atinan a percatarse que ellos son aburridos, faltos de iniciativa y de ideas originales que resulten atractivas para sus alumnos, que, por lo demás, están hartos de las actividades y tareas escolares por la misma razón.
La escuela de tiempo completo se está construyendo sobre las ruinas de una escuela altamente rígida, aburrida y repleta de prácticas que atentan contra la inteligencia de los niños y que contribuyen a reproducir los problemas como la intolerancia, la violencia y el autoritarismo presentes aun en nuestra sociedad.

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